viernes, 22 de agosto de 2008

Correspondencia inexacta II

CARTA 0
Ayer llegué por primera vez a mi nuevo futuro hogar (que ya es presente) si se puede decir así de un edificio gris, viejo, oscuro y tan lleno de gente y tan vacío para mí. Las cortinas de la entrada son inmensas……hasta podría hacerme un traje entero con una de ellas. El jardín es lo único que vale la pena conocer por su extensión y contenido, tiene una humilde cantidad de plantas lindas, había flores pero el frío hizo que perecieran así que sólo quedan algunos restos de ellas, que combinan perfectamente con los restos de mí que ando arrastrando. Hay una enredadera en el fondo, que da sombra sobre una modesta fuente con forma de laguna, creo que hay peces, no me fijé profundamente en ese detalle, si total se van a morir tarde o temprano y la fuente va a seguir siendo lo que siempre fue, una fuente. Hay un árbol llorón, un sauce llorón, bien desconocés que siempre me encantaron los árboles de esa raza, parece que está medio enfermo, una serie de bichitos marroncitos lo atacaron y ahora tiene sabia…la sabia es como la sangre del árbol escuche ciertamente un día, seguramente uno de los tantos días de los que prefiero escapar y por eso estoy donde me encuentro.
Hay unos bancos que bordean el camino que lleva al final del mencionado, digamos vergel, para no repetir tantas veces la palabra jardín. Me senté en cada uno de ellos y son todos diferentes no solo por la vista que ofrecen, particularmente exacta y concretamente diferente al siguiente banco sino también por la sensación que provoca ver cada mínimo segmento de espacio que conforma un todo, un todo de un jardín de verano arrasado por el invierno. Hay una fuente con forma de laguna, ya lo mencioné? bueno en la fuente con forma lagunezca (acabo de inventar una palabra) pude ver mi vil reflejo y comprendí porque me agrada este jardín desde que pisé sus primeros centímetros. Es porque al igual que este jardín de verano, el invierno arrasó conmigo y siento el sol de a ratos.
Prosiguiendo con mi descripción profundamente superficial del digamos jardín, para no redundar en el calificativo vergel, se aprecian los árboles, eso atrae a los pájaros y aunque en invierno hay pocos, a mi me encantan. Me gusta verlos volar de lejos y cerrar los ojos cuando se acercan para escuchar sus sonidos. Quisiera transformarme en uno de ellos solo para poder irme un ratito de este mundo, del mundo tal y como mis ojos y mi cuerpo entero lo conciben (al mundo)…irme….es todo lo que quisiera por momentos, irme de mi misma sabiendo que no voy a volver a encontrarme.
Pero eso no sucede y no va a suceder nunca porque nos perdemos y nos encontramos permanentemente, es la naturaleza de la contradicción humana me atrevería a decir, el punto de inflexión que nos separa como un muro impenetrable de nuestro lado equilibrado y el otro, su antípoda, ese que solo reconocemos cuando ya se ha adueñado de nuestros pensamientos, de nuestra piel…tan hondo en la sangre que pareciera imposible de impedir.
Ya es tarde, debería dejar la pluma y dedicarme a soñar con los ojos cerrados, al menos debo dormir 4 horas diarias según el médico y así progresivamente ir recuperando el sueño. Espero despertar mañana recordando lo que soñé, sólo tengo diez o quince segundos para hacerlo así que debo mentalizarme desde ahora para no perder tiempo.
Espero que respondas cuando tengas ganas, tiempo y la lucidez necesaria para poder poner cada palabra en su justa medida, ni más ni menos, eso es lo único que espero.
Nunca te lo dije pero intuyo que las palabras son un arma, un escondite, un espejo, un precipicio, según el uso que uno elija darles…yo elijo la poesía, no la de a ratos sino la cotidiana, esa de todos los días, elijo la poesía desde la a hasta la z en cada oración que intento construir ya sea en un papel o en la sencilla pronunciación de mis labios…Me despido solo cabe decir que espero la poesía venida de tus manos.


Tuya, Proserpina Guerra.

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