miércoles, 18 de mayo de 2011

Julia y los otros.

Corría el mes del otoño, las calles se vestían de hojas y el silbido de la noche atormentaba al silencio. Árboles bailaban al compás de la oscuridad. Un barrio tranquilo con perros bravos y habitantes extrañamente normales.
Los días de Julia atravesaban estas calles, plagadas de hojas, perros bravos y vecinos mediocres. Todas las mañanas la misma historia, como una secuencia repetida perfectamente aprendida, Julia practicaba la rutina.
Intentaba hacer café en una tostadora vieja y claro que nunca le salía como esperaba.
El vaivén del colectivo junto con la mezcla de olores siempre le provocaba nauseas, y justo esa mañana no había echado a la cartera las pastillas de menta.
Se bajó unas cuantas cuadras antes, tapándose la boca, como si esa acción fuera a detener el vomito. No había comido nada en dos días y fumó marihuana de viernes a domingo. El lunes su vuelta al trabajo la encontró así como estaba: vomitando en plaza Roca, con las ojeras como anteojos y la cara más pálida que la del joven manos de tijeras.
Llegó al edificio en que trabaja en remisse y al entrar en su oficina se preparó una sopa instantánea de zapallo. Ya comenzaba a sentirse mejor cuando entra su jefe a decirle que le reducían la mitad del sueldo, que tenia dos opciones, aceptarlo y seguir calladita su trabajo o irse a hacer quilombo como sus otros compañeros que habían decidido apostarse en las puertas de la empresa a reclamar por aumento salarial.
Julia eligió quedarse sentadita, sin moverse hasta que su trabajo hubiese sido cumplido con el mejor desempeño. Era la mejor empleada de la oficina y no pensaba dejar de serlo, no podía dejar de ser lo único que sabía ser.
Tenía que cobrar para comprarse ese tapado tan caro pero tan justificado para el apetito de ascenso social.   
Caminó hasta el barcito de la esquina, sacó un cigarrillo con desesperación al cuadrado y se pidió lo mismo de siempre. Se miró las manos, alzó los ojos como si fueran misiles apuntando al origen del bullicio de bombos y gritos. Se cambió de mesa, inclinose hasta casi tocar el suelo con sus manos doblada por el dolor de estómago, que por primera vez le dolía por no poder mirar más allá de ella misma. 

domingo, 15 de mayo de 2011

LA ESPINA


La tenía tan enterrada en la piel, que la mayor parte del tiempo ni la sentía, era esa pus que se retroalimenta hasta volverse inofensiva, pero nunca supuraba. Permanecía allí producto de una perforación profunda, del más común de los accidentes –la más cruel y enfermiza de las intenciones por mi parte- y a la vez el más peligroso de los descuidos. No bastaba con el procedimiento habitual con el que se quita el objeto causante de la infección, pues espinas sí que las hay de todo tipo imaginable.
Era no recordar su existencia hasta el momento de emprender la caminata, de incorporarme rápidamente creyendo que se trataba de algo tan fácil y ordinario. Caminar, simplemente siguiendo hacia adelante, nada más sencillo para cualquiera que esté preparado como es debido y tenga la posibilidad de hacerlo. La operación era sencilla, casi lo mismo que ponerse de pie y balancearse pero con un poco más de esfuerzo y motricidad.  Caminar…espalda recta, brazos al costado como si pesaran más que vivir una vida mediocre –ignorando todo lo que nos rodea-, las piernas separadas y luego proceder a adelantar cada pierna dejando atrás a la otra. Ni siquiera había que pensar cómo hacerlo pero indudablemente no podía. Dicho impedimento no se debía a algún tipo de dificultad psicomotriz, no era nada físico, casi nada.
Esa espina, no la dorsal sino la que había infectado tan profundo que no permitía avanzar. Quise intentar sacarla pero otra vez me quedé en el deseo.
No pude encontrar, por más que quisiera, a la persona indicada para poder curar tan incómoda herida.
Aunque era consciente de que con mucho esfuerzo y trabajo podría removerla y así poder mantener el equilibrio y seguir, esperarte era la más masoquista de las opciones y mi única posibilidad, pues la espina llevaba tu nombre. La pus era tu recuerdo, tu olor en mi cuello cuando te abrazaba y se fundía en mí. La profundidad de la espina clavada eran tus ojos, que me daban muerte con esa mirada de poema que no termina. Y sin embargo esos ojos nunca más quisieron matarme ¿Cómo iban a querer hacerlo si fui yo quien lo arruinó todo hasta la médula?
Y la espina sigue ahí, ya no quiero deshacerme de ella. Como verás es todo lo que conservo de aquellos días y al fin de cuentas ¿quién no anda por ahí cargando una espina encima?  
tuya, P.G.  

sábado, 14 de mayo de 2011

Epílogo

Cinco de la mañana, la ciudad moribunda, un colectivo sin pasajeros ni vagabundos-el vagabundo nunca conforma la categoría de pasajero, no es ninguna otra cosa más que vagabundo en todas partes- y en el último asiento Proserpina espera llegar a su destino.  Sus piernas flacas ya no sienten el frío, los huesos le duelen pero ya no siente dolor, el frío calma todo. Sus ojos negros se pierden en el reflejo oscuro de los vidrios, que de casualidad están limpios. Perdida en el traqueteo del colectivo piensa que fue un día enfermizamente normal, como ayer, como el anterior y como el anterior a ese anterior. El chofer silva un tango medio chamamé mientras se detiene para que suba otro pasajero. Claudio sube con las rodillas entumecidas por la dureza climática de la madrugada, un saco azul viejo y gastado, un flequillo mal cortado y algo parecido a una biblia bajo el brazo.
Se sienta en el tercer asiento, mira como si estuviera perdido y algo nervioso no deja de mover una pierna. Tiritando, junta las manos, se las lleva a la boca dejando un hueco entre mano y mano y se las sopla en su intento de combatir el frío.
El chofer continúa el habitual recorrido a una velocidad de guepardo, frena de golpe, alguien se atraviesa en el medio de la calle y por milímetros no es reventado por el bondi. El conductor baja a corroborar si está bien, Fernando, el tipo en el medio de la calle, absorto en quien sabe qué cosa, se disculpa sutilmente. Sube al colectivo, pide cambio a los únicos dos pasajeros, ninguno ayuda, putea en voz baja y se baja indignado. Camina hacia la estación pateando una lata de cerveza y Proserpina se cuestiona si debió haberse puesto esa ropa o la que dejó en la cómoda cama, en su cómoda casa, donde vivía su cómoda vida.
Esa era Proserpina, la tipa sensible y profunda que se consternaba al ver a la miseria humana pero estaba tan ocupada en sí misma que le bastaba con colaborar con alguna moneda con algún pibe de la calle.
Un viento despeinaba la ciudad, los autos más veloces que de costumbre cortaban el crudo invierno. Proserpina caminaba hacia su casa no casa mirando desde afuera su vida no vida pasando por esa plaza que es tan suya.

Una plaza, un banco con olor a pis de gato de plaza, un arbolito despidiendo savia y hojas flacas, dos viejas, muy distintas entre ellas pero las dos viejas y cansadas.

La conversación entre dos viejas giraba en torno al clima, lo único de lo que siempre hablan los viejos. El tiempo, las nubes, el reuma, el sol, la lluvia, el dolor de huesos, la muerte, los días, las noticias morbosas, la muerte, el tiempo, los nietos, el sol,  la muerte la muerte la muerte.
Proserpina quiso no escuchar pero fue tan inevitable como respirar. Al llegar a su casa, sintió esa congoja de extrañar y después, de años volvió a leer aquellas cartas que escribió por noches y noches, durante tanto tiempo y la realidad le inyectaba una sobredosis de nostalgia. 

martes, 26 de abril de 2011

CARTA 4 podría decirse.


La ventana está abierta y el ruido inunda mi habitación.
El ruido me ayuda a viajar a otros lugares, a otros recuerdos que tan poco me recuerdan al presente. El sueño casi siempre llega tarde y las noches duelen lo suficiente como para escribir. Jugar a abrir el alma, cerrar los ojos, frenar las lágrimas y escribir lo que salga.
La tristeza tiene algo asquerosamente romántico algunas veces y para mí en general es algo importante. Cuando estoy feliz (si es que llego a estarlo) estoy ocupada en sonreír.
Hoy fue un día no mágico, hice lo que tengo que hacer: la tediosa rutina, respirar concientemente cada tanto, cumplir con cada una de mis fastidiosas necesidades fisiológicas y un aburrido etcétera. No salí al jardín, me quede leyendo una novela. Después leí un libro que habla sobre la expropiación a los pueblos originarios desde las “campañas de conquista” se llama algo así como el sometimiento y la incorporación indígena en la Patagonia, no entendí mucho sobre el titulo porque no lo leí (al titulo, abrí directamente el libro y empecé a recorrerlo).
Me preparé un té con sabor a nada, encendí un cigarrillo y caí desvanecida en el sillón con los ojos fijos, desorbitados en la “caja boba”. Una vez mas incursiono en el arte de mirar sin ver…quisiera hacerlo menos pero es tan parte de mi como mi problema de concentración. En fin una explosiva combinación de desinterés por todo e interés por absolutamente nada que no sea querer morirse un rato a ver que pasa.
Quise escribir algunos versos y sangrar un poco de poesía aunque sea un ratito pero no fue posible, entonces me dispuse a escribirte a vos, rompiendo la promesa que en silencio hice alguna vez de volcar magia y profunda sinceridad en las cartas que son tuyas.
La inspiración suele ser un problema para quienes nos entregamos a escribir y para mí es un doble problema. ¿Cómo encuentro la inspiración que nunca tuve? Digamos que estoy en un aprieto pero supongo que le debe pasar a todo aquel que decide escribir cosas importantes. Entiéndase como cosas importantes a aquellas que reflejan la esencia de quien escribe. Es difícil saber de que escribir, generalmente no pienso claramente, solo dejo que las palabras fluyan por si solas así realmente puedo escribir con libertad y aunque suene superfluo, puedo liberarme totalmente y salir y entrar a las palabras una y otra vez. 
Vuelvo a afirmar que es difícil saber de que escribir y más cuando no sabés ni quién sos…a veces creo que tengo que miedo de mi misma, de aquello que oculto ser y no ser al mismo tiempo, miedo de lastimarme evidenciando mi verdadera vulnerabilidad a todo aquel que por un segundo perciba la frialdad de mis ojos como un simple espejo y detrás de ella encuentre un puñado de sonrisas. Hasta pronto.


 Tuya, Proserpina Guerra

viernes, 22 de agosto de 2008


Carta 3

Han pasado veinte días, dieciséis horas y no sé cuantos segundos desde que llegué.
Los días pasan algunos rápidos, otros muy lentos, según se presente el clima, el ritmo mismo de la vida en general. Encontré en la música otra forma de disfrutar mi tiempo de ocio, Charlie Parker, Davis, Coltrane, Evans, estas joyas del jazz suelen ser una buena compañía para los días nublados porque los hacen más soportables y armonizan la lectura, a veces escucho música celta. A la señorita Piaf para sentirme contenta…otras, para llorar elijo el tango o música francesa o china. La clásica me acelera, me produce entusiasmo y energía durante un lapso luego viene una caída brusca y ya no quiero moverme hasta dormirme, fundamentalmente Mozart provoca esto en mí, Bach, Beethoven y Vivaldi me son indiferentes, Chopin es bueno también aunque no se compara con Tchaikovski y Strauss. Bueno no pretendo darte la lista de mis preferencias musicales, son tantas me falta el rock, el soul, el reggae, la música instrumental española. En fin la música en mí no pasa desadvertida como un arte más del montón sino que es a mis ojos el arte más perfecto en sus imperfecciones que ha existido, con esto trato de decir que escuche lo que escuche siempre espero más, siempre quiero más música en mis oídos, mejorada, magistralmente superior, aproximándose a la música del futuro y una pintura no puede brindarte eso porque si bien hay continuidad en los diferentes movimientos artísticos no en las obras en sí y el arte no esta en los museos si no en la vida misma!. El teatro se hace predecible o en algún momento se descompone, el cine es un lujo en estos días y hasta la industria del entretenimiento más elocuente ha sido contaminada.
¿O acaso has visto a alguien que se le compare a Hendrix en una pintura? Van Gogh, Gauguin, Pizarro, Rivera, Kahlo y otros han sido revelaciones….creo que Goya y Picasso se aproximarían más. Pero un solo cuadro es una obra acabada, determinada, la música en cambio es arte sobre ruedas, gira no se detiene, y si se estanca vuelve a rodar. Como dijo el poeta francés Cocteau: “lo que más pasa de moda es la moda” y es una gran verdad pero que se transforma en falacia en el terreno de la música, porque no pasa de moda jamás, queda como un precedente histórico a las futuras conquistas, es dialéctico por eso me apasiona. Ahora que lo pienso bien, la música y la literatura son mis grandes, podría decirse, pasiones porque se asemejan, lo demás no llama mi atención como para escribir media carta hablando solo de ello, como lo hago en estas líneas. Prometo en alguna próxima carta escribir sobre los libros y autores favoritos que han sucumbido emociones diversas en mí hasta hoy.
Particularmente las sinfonías de Mozart me recuerdan a los pájaros entonces al escucharlas redescubro lo que me gusta el canto de éstos. Y a continuación quiero contarte de uno en especial y de mis nuevos amigos.
Hay un pájaro que se presenta casi a diario, es un petirrojo del grupo de los paseriformes según pude informarme en una enciclopedia que tenía un apartado con ilustraciones de aves, en términos más sencillos es un pajarito con el cuello, la frente y el pecho rojo y el resto de su cuerpito blanco. Muy lindo, a veces lo espero con algunas migas de pan, otras me distraigo corriendo a los gatos que merodean. Lo hago por las dudas de que intenten hacer de mi amigo volador su alimento, no es un ave que se vea seguido por estos lugares. No obstante el tiempo libre que poseo y decido invertirlo afuera lo divido entre ver a los pájaros y acariciar a los tres gatos que viven entre el paredón y la enredadera del fondo y que han decidido que los acompañe algunas tardes, otras simplemente me ignoran. Uno es negro con una mancha diminuta en un ojo, se llama Pirata. El otro es atigrado color tipo naranja, con ojos turquesas, su nombre es Cielo y la última, mi felino mimado, es Ágata por sus variados tonos grisáceos, blancos, café, naranja y negro. En tamaño es la más pequeña de los tres y la única hembra pero no por eso la más desprotegida ni la menos hábil. Creo que sólo el hombre es la única especie capaz de crear el machismo y hacer de esto una cultura impuesta, al igual que las clases sociales, los estados, las instituciones, las razas, la religión, en fin perniciosos inventos para mantener el orden imperante truncando la posibilidad de vivir la vida como uno quiera ¡hasta elegir cuando morir es condenado! Por suerte mis amigos gatunos nada entienden de esto y aquí descansa la causa fundamental de porque decido pasar tiempo con ellos a que hablar con mis vecinos, me siento libre…me siento una más jugando en un jardín bajo mis propias reglas: No hay reglas, sólo buscar sentirse a gusto, hacer lo que de placer sin arrepentirse, la única regla inquebrantable.
Es un cable a tierra para mí poder hacer esto, te imaginarás que no puedo andar por la vida haciendo lo que quiero y frenando lo que no quiero constantemente. Trato de ser moderada la mayoría del tiempo…únicamente grito cuando es necesario y si no puedo hacerlo algún que otro objeto de poca importancia se estrella moderadamente contra alguna que otra pared…deberías intentarlo, es una buena terapia, quizá eso ayude a que seas menos escrupuloso y más jocoso sin cargar con el resabio de tu conservadurismo que es el conservadurismo de la gente común, aunque no sólo gritar y romper algo socavarían tus costumbres…las buenas costumbres para vos.
No voy a mencionar en mis cartas lo relacionado a mi vida cotidiana, eso ya lo supones y no creo que sea correcto ensuciar con burda cotidianeidad este intento de plasmar en hojas la magia que encierro a escondidas, en la perfecta compañía de la soledad y mis pensamientos.
Ayer me crucé con Lily, la chica de la campera turquesa…La ayude a sacar la basura, evidentemente juntaba mucha porque tuvimos que sacar tres bolsas casi repletas. Me preguntó mi nombre, mi edad, y si hacía mucho me había mudado porque ella solo me veía en el jardín o escuchaba la música que salía de mi ventana hacia su pasillo, pero no podía determinar cuanto tiempo había transcurrido desde mi llegada al edificio. Yo me límite a contestarle lo justo y necesario, y sólo pregunte su nombre, se llama Paulina, un hermoso nombre. Subimos juntas por las escaleras hasta el tercer piso, al llegar le pregunté porque los miércoles vestía de rosado, me miró sorprendida por la pregunta y contestó casi sin titubeos-: “Porque de chica asocié el color rosa a las princesas siempre me gustó por eso y los días que tengo mi autoestima más baja que lo normal por mi aspecto me visto de ese color que resalta mi piel y no sabía que era todos los miércoles ¿Como lo notaste?”.
Yo respondí haciéndome la boba cosa que tan bien me sale que casualmente la semana pasada mientras tiraba la basura la vi con el mismo suéter.
¡Diantres! Mi observación era pertinente, si relees una de las cartas anteriores vas a encontrar que escribí sobre Lily que los miércoles vestía de rosa para no deprimirse. Nos despedimos con un saludo formal y una sombra se vio frente a su puerta. Yo entré rápidamente porque quería escuchar con quien hablaría en el pasillo. Era la voz de un hombre, una voz ronca, fuerte y quebrada que a medida que escuchaba las respuestas de Lily Paulina se hacía más dulce y suave. Se despidieron con un beso parece y acordaron su siguiente cita. Sospecho que el anónimo amante es del lugar, creo que subió las escaleras un nivel más y todo. No lo sé voy a tener que averiguarlo.
Creo que esta carta está bien hasta acá, cuando pueda vuelvo a escribirte. Estoy bastante ocupada escribiendo algunas ideas, emociones, sentimientos, dolores, sonrisas, todo se puede escribir y es algo nuevo que comienzo a experimentar, es como escribir mis memorias, no quiero olvidar nada, ningún momento de conciencia. Le temo a la vejez pero no por el hecho de envejecer porque todo es un ciclo, le temo a volverme senil y no saber que estoy volviéndome loca, motivo por el cual quiero guardar todo en archivos de papel y poesía mediocre y espero poder dárselo a alguien que cambie mi vida cuando menos lo espere y así inmortalizar mis momentos y eso es fantástico o por lo menos me ayuda a escribir, a creer en algo.
Hasta la próxima carta, mi amigo por correspondencia.


Su fiel amiga, Proserpina Guerra.

Correspondencia inexacta II

CARTA 0
Ayer llegué por primera vez a mi nuevo futuro hogar (que ya es presente) si se puede decir así de un edificio gris, viejo, oscuro y tan lleno de gente y tan vacío para mí. Las cortinas de la entrada son inmensas……hasta podría hacerme un traje entero con una de ellas. El jardín es lo único que vale la pena conocer por su extensión y contenido, tiene una humilde cantidad de plantas lindas, había flores pero el frío hizo que perecieran así que sólo quedan algunos restos de ellas, que combinan perfectamente con los restos de mí que ando arrastrando. Hay una enredadera en el fondo, que da sombra sobre una modesta fuente con forma de laguna, creo que hay peces, no me fijé profundamente en ese detalle, si total se van a morir tarde o temprano y la fuente va a seguir siendo lo que siempre fue, una fuente. Hay un árbol llorón, un sauce llorón, bien desconocés que siempre me encantaron los árboles de esa raza, parece que está medio enfermo, una serie de bichitos marroncitos lo atacaron y ahora tiene sabia…la sabia es como la sangre del árbol escuche ciertamente un día, seguramente uno de los tantos días de los que prefiero escapar y por eso estoy donde me encuentro.
Hay unos bancos que bordean el camino que lleva al final del mencionado, digamos vergel, para no repetir tantas veces la palabra jardín. Me senté en cada uno de ellos y son todos diferentes no solo por la vista que ofrecen, particularmente exacta y concretamente diferente al siguiente banco sino también por la sensación que provoca ver cada mínimo segmento de espacio que conforma un todo, un todo de un jardín de verano arrasado por el invierno. Hay una fuente con forma de laguna, ya lo mencioné? bueno en la fuente con forma lagunezca (acabo de inventar una palabra) pude ver mi vil reflejo y comprendí porque me agrada este jardín desde que pisé sus primeros centímetros. Es porque al igual que este jardín de verano, el invierno arrasó conmigo y siento el sol de a ratos.
Prosiguiendo con mi descripción profundamente superficial del digamos jardín, para no redundar en el calificativo vergel, se aprecian los árboles, eso atrae a los pájaros y aunque en invierno hay pocos, a mi me encantan. Me gusta verlos volar de lejos y cerrar los ojos cuando se acercan para escuchar sus sonidos. Quisiera transformarme en uno de ellos solo para poder irme un ratito de este mundo, del mundo tal y como mis ojos y mi cuerpo entero lo conciben (al mundo)…irme….es todo lo que quisiera por momentos, irme de mi misma sabiendo que no voy a volver a encontrarme.
Pero eso no sucede y no va a suceder nunca porque nos perdemos y nos encontramos permanentemente, es la naturaleza de la contradicción humana me atrevería a decir, el punto de inflexión que nos separa como un muro impenetrable de nuestro lado equilibrado y el otro, su antípoda, ese que solo reconocemos cuando ya se ha adueñado de nuestros pensamientos, de nuestra piel…tan hondo en la sangre que pareciera imposible de impedir.
Ya es tarde, debería dejar la pluma y dedicarme a soñar con los ojos cerrados, al menos debo dormir 4 horas diarias según el médico y así progresivamente ir recuperando el sueño. Espero despertar mañana recordando lo que soñé, sólo tengo diez o quince segundos para hacerlo así que debo mentalizarme desde ahora para no perder tiempo.
Espero que respondas cuando tengas ganas, tiempo y la lucidez necesaria para poder poner cada palabra en su justa medida, ni más ni menos, eso es lo único que espero.
Nunca te lo dije pero intuyo que las palabras son un arma, un escondite, un espejo, un precipicio, según el uso que uno elija darles…yo elijo la poesía, no la de a ratos sino la cotidiana, esa de todos los días, elijo la poesía desde la a hasta la z en cada oración que intento construir ya sea en un papel o en la sencilla pronunciación de mis labios…Me despido solo cabe decir que espero la poesía venida de tus manos.


Tuya, Proserpina Guerra.

Correspondencia inexacta

CARTA 1 o 2 (no se sabe)

Afuera de mi ventana, las luces parecieran cegar a quien las mire, en cambio en mi espejo la luz quema, la verdad ametralla la conciencia y la humedad entorpece las lágrimas.
En la calle los transeúntes hacen eso…transeuntear de un lado para el otro supongo, pero no sé porque siempre tenemos la ridícula imagen de que quien pasa por la calle, es huésped permanente de ella, yo creo en general que es porque el mundo es individualista y nos enseñan la vida entera a desarrollar la única herramienta que el sistema ofrece, y en particular creo que me interesa muy poco o por ahí porque tengo poca fuerza y la focalizo en otras cosas, que evito preguntarme como será por ejemplo la chica de la campera turquesa, con un bolso floreado y carpetas, muchas carpetas…donde pondrá sus carpetas al llegar a su casa?? ¿Serán esas carpetas su mayor problema? o el lugar donde poner las carpetas? Y si sabe acomodar las carpetas pero no su vida?? ; O la señora de los zapatos ruidosos, nunca falta una de esas!! Siempre están presentes en todas las calles de todas las ciudades y pueblos del mundo…Ay! que sería de nuestros días de quejosos por excelencia sin poder quejarnos de esos tacos tan irritables. En fin, hablaba de los tacos de la señora de mi calle en particular, ¿Querrá realmente que esos tacos suenen todo el tiempo, recordándole (quizás) que toda la vida fue esa calle, esa vida, en los mismos tristes tacos?... es muy extraño ver a cada persona que pasa, al principio parecen todos iguales, incluso hasta pueden engañar al ojo idiota haciéndole creer que son algo así como clones ( o sencillamente mi ojo es muy idiota y cree todo lo que ve pasar) pero después del 5to día ya se puede diferenciar perfectamente a cada vecino, tan solo con escucharlo caminar…
“Todos los vecinos son parecidos en todas partes del mundo” debes estar pensando al leer mi carta. Pero dejame decirte que no, no no, no no no, el viernes (el 2do viernes desde que llegué) lo vi de nuevo. Es mi vecino preferido, no sé su nombre ni sus colores favoritos (la chica de la campera turquesa a la que decidí denominar Lily, si la de las carpetas! los lunes y miércoles prefiere el rosa para no deprimirse, y el viernes ya vuelve al azul y algún que otro domingo se cuelga un collar de mariposas bellísimo) pero es mi preferido sin lugar a dudas, sus pasos son vacíos, sus manos flacas y largas…pero eso es normal en cualquier vecino, su pelo blanco, “ anciano!!! Lo sabia” dirás en este preciso momento y lo importante es que “¡tiene un paraguas!”.
Tenés que verlo con qué elegancia se para en la esquina, mira el cielo, se chupa un dedo y lo levanta para saber con precisión la dirección del viento, despliega su paraguas y mira el cielo de nuevo y se va a tomar el tren cantando, como si nunca hubiera visto que su paraguas es solo alambre, es solo la estructura de un paraguas, sin la lona, y así se siente seguro. Es mi preferido creo, porque no tiene color preferido ni paraguas de verdad, pero se lo inventa y puede vivir con eso…
Me alejo de la ventana, veo directo al espejo y me digo: yo tampoco tengo color preferido, pero no quiero vivir con esto...
Pensé en comprar un paraguas y quitarle el cobertor, pero sería robarle la originalidad a mi vecino, como podría hacerle eso a mi mejor vecino??? Que clase de observadora seria??
Bueno, creo que esta carta está bien para ser la primera o la segundo no lo sé, el orden de las cosas y yo nunca nos llevamos bien, quizá sea esto la esencia de porque llegué a donde estoy. Yo estoy de un modo morboso maravillosamente bien, aunque un poco desesperada porque no se me ocurre más que un paraguas y una vida llena de sueños como para empezar a sentir mi vida mas ordenada aunque ahora que lo pienso bien, un calidoscopio no estaría nada mal, por ahí hasta me sirve para encontrar mi color preferido, mostrárselo a mi vecino favorito y encontrar esa vida llena de sueños justo delante de Lily y la señora de los tacos y por ahí deciden seguirme! O por ahí no me siguen nada, pero bueno habré intentado ayudar en algo. Creo que Lily tiene un amante, decir que yo no soy de esos…no porque no pueda sino porque en mi vida el sexo ya no es una prioridad, de hecho vivo sin prioridades, bien sabes vos de eso.
Me tengo que ir, es tarde, una voz melancólica me llama y se apagaron las luces…es hora de dormir para los mediocres y responsables de su propia vida, para mí empieza la hora de soñar con los ojos abiertos en la oscuridad sin que nadie me interrumpa…

Con amor…Proserpina Guerra.